El fortalecimiento de los procesos comunitarios y el legado de los que se van de viaje

Cuando decidimos trabajar con comunidades tenemos como meta el ver materializados ideales de transformación de una sociedad históricamente excluida, donde la justicia social deja de ser un ideal, una utopía y se convierte en realidad, en territorios justos.

En el camino encontramos diferentes tipos de liderazgos de hombres, mujeres y población LGTBI, que desde diferentes áreas o perspectivas aportan un granito de arena, o rocas, a esa construcción colectiva, que empuja, jala, carga un compromiso que en ocasiones (o en la mayoría de los casos) no da buenos frutos, sin embargo no desfallecemos.

Siempre tenemos perspectiva de mirar hacia el frente, de avanzar, de planear, de construir estrategias a futuro. Vamos de la mano soñando y construyendo.

Pero en días como hoy, recordamos que nunca dejamos de vivir, de reírnos, de celebrar, de gozar.

Hay dos momentos en la vida que nos marcan. El nacimiento que trae la alegría, nos despierta los sentimientos más profundos, nos robustece. Pensamos en nuestros hermanos, amigos, madres, padres, compañeros y todos aquellos que nos hacen felices los días con su presencia. A quienes felicitamos en su día de nacimiento, con un cumpleaños feliz y que cumplan muchísimos años más, “hasta que el cuerpo aguante”. Y la muerte que nos entristece, nos pone melancólicos. Miramos atrás y recordamos a todos aquellos que se han quedado en el camino, que como dice la canción “sus manos se olvidan de volar y se duermen”.

La muerte llega de manera –en ocasiones- desprevenida, sin que la esperemos. Cuando despertamos solo encontramos la noticia de que aquellos seres que nos acompañaron y que fueron cómplices en ese devenir de la historia, ya no nos acompañan. No se puede decir que ya no existen porque su presencia y su legado continuaran entre nosotros, “creciendo en el sol, VIVO”.

Hoy recordamos a Emilio Villa, Ana Fabricia Córdoba, Graciela García, Ligia Bedoya, Hernando Botero, Isabel Ramírez, y ahora Jaime Wilmar Londoño. Todos ellos nos dejan un recuerdo de alegría, lucha, resistencia y alegría.

“Pero el árbol reverdecerá, NUEVO”. Continuamos caminando con la alegría de aquellos buenos y malos momentos, los aprendizajes, las experiencias vividas, los sueños compartidos; para continuar cantando “que la vida es bonita”.

 “Yo quisiera dejarle a los niños un mundo de dicha, de paz y de amor y que miren de frente al futuro por un mundo que viva mejor”

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